¡Tranquilos, no hay spoilers!. O sí, según se mire. Aunque poco os podríamos revelar que no sepáis de la trágica historia de Freddie Mercury y Queen, que ahora ha sido recogida en la película “Bohemian Rhapsody”. Siempre es difícil contentar a los seguidores acérrimos de cualquier fenómeno cultural, pero parece ser que el trabajo final del director Dexter Fletcher (o tal vez del ex director Bryan Singer, quien aparece en los títulos de crédito) ha conseguido satisfacer las expectativas del público, habiendo logrado recaudar 72 millones de dólares.
Nosotros no haremos una crítica del filme (ni estamos capacitados ni somos el medio al que le corresponde hacerlo), pero sí vamos a compartir algo con vosotros: nos hemos sentido halagados por la cantidad de detalles “guitarrísticos” que aparecen en ella. “Siendo una película sobre una banda de rock, es normal, ¿no?”, diréis. Pues sí, pero lo cierto es que no siempre ocurre: todos estamos hartos de ver películas en las que se dejan los detalles musicales en segundo plano, llegando a provocar momentos directamente imposibles. Como esa típica situación recurrente en películas y series de bandas adolescentes en que el/la protagonista decide subir al escenario a cantar en el último momento — aunque no estaba planeado — , y por alguna razón, todos los músicos conocen el tema — aunque lo ha compuesto él o ella mismo/a — y se acaban uniendo, sonando incluso instrumentos que ni siquiera están en el escenario. Y como esa, muchas otras escenas similares. Sin embargo, todos aceptamos tácitamente esas situaciones como parte necesaria de que un guión fluya, y las películas sean divertidas. Y es verdad, hay veces en que aportar más rigor tampoco mejoraría la experiencia de la película.
Pero en este caso, “Bohemian Rhapsody” ofrece escenas cuyo único propósito es el de reflejar con un mínimo de fidelidad cosas que ocurren en el estudio o el escenario, a veces casi diríamos que con carácter didáctico. Y es que el filme ya comienza con la sintonía de la 20th Century Fox interpretada por la guitarra de May, armonizada al más puro estilo “God save the Queen”, advirtiendo que habría varios guiños a los guitarristas y músicos en general.
Un ejemplo de ello es la secuencia en que Freddie quiere hablar con Brian May desde la sala de control, y repara en que si no presiona el botón del “Talkback”, Brian no puede oírle. A su vez, Brian tiene que gritar para que, a un par de metros de él, el micrófono de su ampli capte su voz (un Shure SM7B que roba un primer plano durante unos instantes, un modelo lanzado al mercado 2 años antes del momento en que se sitúa la acción). Aunque, al final, May decide hablar a través de las pastillas de la guitarra, para que en la sala de control puedan escuchar lo que dice. No podía faltar el equipo completo de May sobre el escenario, con todos sus Vox apilados, así como algunos Hiwatts que aparecen fugazmente junto a otros equipos de la época. Incluso el montaje de audio y vídeo del Live Aid de 1985 ha sido reproducido con un nivel de fidelidad muy importante. Por supuesto, es probable que haya habido licencias y algunos detalles tal vez no del todo exactos que no conozcamos, pero el resultado es suficientemente convincente.
También el mundo de la producción se ve reflejado: Freddie pidiendo un panoramizado de unos coros, pudiendo escuchar primero la toma centrada, y después viajando de izquierda a derecha en la sala de proyección. “Nos estamos quedando sin cinta”, una frase que los ajenos a la grabación de música tal vez no comprendan del todo, pero que se pronuncia después de que Freddie Mercury haga grabar a Roger Taylor la palabra “Galileo” decenas de veces (en la vida real, la canción requirió 180 overdubs, realizados en 5 estudios diferentes) en el 24 pistas del estudio. Puede que muchas personas que no están en contacto con la música habitualmente descubran por primera vez estos conceptos, o pasen por alto los detalles que hemos expuesto en el párrafo anterior. Pero son momentos del filme en que el espectador que es cercano a la música se vuelve preferente frente a la masa.
Brian May y Roger Taylor fueron responsables de la producción de la película, lo cual probablemente supone un doble beneficio: no sólo hay un testimonio directo de alguien que realmente estuvo allí, sino que al ser miembros de la banda es más probable que se preocuparan de estos pequeñas referencias al mundo de los músicos. Además, siendo Queen una banda de culto, parece lógica la importancia de reproducir los equipos, los espacios, los vestuarios, e incluso los gestos. Por hacer un símil, cualquier fan de Star Wars detectaría alguna mínima variación o error en el uniforme de sus personajes favoritos.
Por todo ello, y aunque no son realmente necesarios para la exposición de la historia de Freddie Mercury y Queen, es de agradecer que se haya hecho todo el trabajo de documentación para poder ofrecer una sensación sólida a todo el colectivo de seguidores del grupo. Como decíamos unas líneas más arriba, no os estamos prometiendo que os vaya a gustar necesariamente, ni nos atrevemos a pronunciarnos sobre su calidad como obra cinematográfica. Pero hay algo de ella que nos parece notable, y es que demuestra respeto por la música: prueba de ello son los cuatro temas completos del grupo que se interpretan como parte de la película. Una secuencia de varios minutos en que la música es la verdadera protagonista.
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