Todos los que hemos estado en un grupo de música hemos soñado con hacer giras y grabar discos
como los profesionales del sector. Lo que muchas veces no tenemos en
cuenta es que para llegar ahí hay que seguir una serie de pasos
intermedios. Para muchos estos pasos son desconocidos y otros los
conocen pero quieren tomar atajos que les lleven directamente a la fama, lo que considero una imprudencia de la que pocos salen sin cicatrices.
A nadie se le escapa que grabar un disco no es lo mismo que tocar en
un concierto; es verdad, pero a pesar de las diferencias de contexto, en
el fondo ambos requieren mucha preparación. Todos tenemos claro que un
grupo dedica muchas horas de ensayo antes de salir a un escenario. Sin
embargo, es menos extendido entre los músicos que grabar también requiere preparación. Quizás es por esa idea preconcebida de que podemos grabar tantas veces como queramos… pero la realidad es diferente.
Si nunca has grabado, independientemente del instrumento que toques, cuando te escuches te costará reconocerte
—igual que cuando oyes tu voz registrada por primera vez: te va a sonar
raro—. No puedes sufrir este shock emocional en pleno estudio de
grabación, debes estar concienciado de antemano. He aquí cuando nos
topamos por primera vez con la necesidad de grabar una maqueta antes de aventurarnos a grabar (y pagar) en un estudio profesional.
Grabar una maqueta es una experiencia que nos aportará una serie de
aptitudes en las que no hacemos hincapié cuando nos preparamos para un
concierto. En un concierto prima la improvisación, saber escapar de un
error con elegancia y discreción. En una grabación impera la perfección.
Dicho de otro modo: en un concierto un error se oye una sola vez, pero
en una grabación lo vas a oír eternamente. Por eso será normal querer
grabar exactamente de una manera concreta, con la afinación correcta,
los acentos en las notas apropiadas, y un sinfín de detalles más o menos
largo dependiendo del grado de meticulosidad de cada uno.
Éste es a la vez un proceso disciplinario: grabar requiere a menudo usar metrónomo, algo a lo que algunos músicos no están habituados. Esto nos ayudará a perfeccionar nuestra técnica
de una forma algo más amena que practicar ejercicios de claqueta pura y
dura. Cuando trabajas sobre tus propias canciones siempre lo vas a
hacer con más ímpetu y dedicación, porque lo tomarás como algo que es
tuyo.
El tiempo de grabación de una maqueta puede extenderse a lo largo de meses; no tiene que haber nunca ninguna prisa. La maqueta irá evolucionando
a medida que la escuchemos y decidamos hacer cambios y más cambios.
Cada nueva versión será un reflejo de nuestras mejoras como músicos; las
versiones más nuevas serían algo así como un espejo, y las versiones
antiguas un acta, un historial de nuestro trabajo. ¡Estamos tan poco
acostumbrados a oírnos! De hacerlo más a menudo mejoraríamos mucho más
deprisa, pues nos daríamos cuenta antes de nuestros errores.
En contraposición con lo que comentaba algunos párrafos atrás, la maqueta nunca va a quedar perfecta,
y tenemos que ser conscientes de ello y saber decir basta. Si bien el
objetivo es la perfección, ésta es algo inalcanzable. Trataremos de
acercarnos lo más posible a ella y detenernos en el momento en que el
tiempo y el esfuerzo del que se requiera para mejorar la última versión
“casi perfecta” supere nuestras capacidades. Esto es algo muy difícil
para aquellos que nos autoexigimos constantemente más y más, pero es una cura de humildad muy sana
conocer nuestras carencias del momento, para anotarlas en nuestra lista
de puntos a mejorar a medio y largo plazo. También nos ayuda a ser
realistas, lo cual nos dará mayor seguridad el día que grabemos en un
estudio profesional: saber qué podemos hacer es tan importante como
conocer aquello que no.
La posibilidad de ver gráficamente la estructura de un tema también impulsa la creatividad. Será habitual emplear secuenciadores
como Cubase o Logic en los que veremos las formas de onda de los
instrumentos de nuestra banda y será muchas veces en el secuenciador
donde decidiremos añadir un efecto delay a una
guitarra en un momento dado, o experimentar con segundas voces doblando
la principal a intervalos de terceras o sextas, con lo que completamos
más una canción que dábamos por finalizada en un principio.
Lo bueno es que hoy en día es muy fácil tener acceso a equipo de home studio; necesitaremos poco más que un ordenador, una mesa de mezclas y una interfaz de audio. Quizás lo más difícil sea conseguir algunos micrófonos
para voz, guitarras y batería, pero se pueden alquilar o comprar de
segunda mano para dicho propósito si nuestro presupuesto es ajustado.
Cuánto trabajo por una simple maqueta, ¿verdad? Volvamos ahora a
nuestro estudio profesional de confianza. Tenemos una maqueta grabada
con mucho cariño a lo largo de nueve meses –como si de una gestación se
tratara–, se la enseñamos a nuestro técnico y en seguida ve la idea de fondo,
en el mismo momento ya sabe qué previos utilizar, cómo microfonearnos y
cómo encarar la mezcla. Por otra parte, nosotros ya estamos
preparadísimos para grabar; apenas necesitaremos una media de tres tomas
por pasaje, lo cual aligera el flujo de trabajo.
¿Significa esto que si no hacemos maqueta no podemos grabar un disco, que nos saldrá todo mal?
Pues no, pero más vale prevenir que curar. Pongámonos en el papel del
alumno que entra en clase sin haber hecho los deberes: llegamos a
nuestro estudio de confianza con las manos en la cabeza y le explicamos
en cinco minutos a nuestro técnico la idea —de la que él debe intuir qué
micrófono emplear y qué instrumento es el más importante para mezclarlo
apropiadamente a posteriori—. El flujo de trabajo no ayuda:
nos encallamos en algunos pasajes por no haberlos practicado con un
metrónomo previamente, algunas grabaciones no nos convencen, empiezan a aflorar dudas,
cambios en el ritmo improvisados en el momento para que todo encaje
bien, etc. Algún tema se queda sin grabar, por lo que tenemos que pagar
una sesión de grabación adicional por falta de tiempo. Días más tarde
nos llega la primera mezcla; no suena en absoluto como queríamos
(no por el aspecto técnico, sino porque no supimos expresarlo el día de
la grabación), hay fallos irreparables, le pedimos al técnico que trate
de disimularlos y se nos ocurren un sinfín de posibilidades y nuevas
ideas que ya es tarde para añadirlas, dado que es la primera vez que nos
escuchamos.
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